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Prefacio

La mañana del 26 de noviembre de 2016, recibí el mensaje de un amigo diciéndome que el actual dirigente de Cuba, Raúl Castro, acababa de realizar un comunicado en la televisión anunciando la muerte de Fidel Castro la noche previa.

La diferencia horaria de Beijing con La Habana es de 13 horas, por lo que los hechos acababan de ocurrir. Fidel Castro es la leyenda de una generación, una personalidad amada en Cuba y el resto del mundo. Sin embargo, para Estados Unidos y las fuerzas hostiles a Cuba, se trataba de un enemigo acérrimo. Estados Unidos intentó asesinarle en cientos de ocasiones y muchos medios de comunicación occidentales informaron de su muerte numerosas veces, por lo que de tanto escucharlo había acabado por acostumbrarme.

Sin embargo, en este caso la información provenía de un amigo de confianza. Tras la sorpresa inicial, me conecté rápidamente a Internet donde pude consultar numerosas noticias y ver el vídeo del mensaje de Raúl Castro. Esta vez era cierto, tras más de diez años enfermo, Fidel había dicho adiós a la vida a 90 años de edad.

Su fallecimiento me causó gran pesar, y trajo a mi memoria los recuerdos de nuestros contactos.

En mi carrera como diplomático, Cuba ocupa un lugar importante. Cuando entré a formar parte del cuerpo diplomático, el primer país al que fui destinado fue Cuba. Posteriormente, Cuba se convirtió en la primera nación que me vio ejercer como embajador durante dos términos y un total de ocho años. Si a esto añadimos mi puesto como responsable de los Asuntos Cubanos en China, puede decir que mi vida ha estado vinculada de forma indisociable a Cuba.

Mi segunda etapa en Cuba comenzó en noviembre de 2005. Al cuarto día de asumir el puesto, sin haber tenido tiempo de presentar mis credenciales, para sorpresa de todos Fidel Castro se presentó en la embajada sin previo aviso. En los más de cuatro años que permanecí en La Habana, bajo la atención directa de Fidel y Raúl Castro, pude visitar casi todas las provincias de Cuba, lo que me permitió conocer de forma amplia el país, el pueblo y la revolución cubana y me ayudó enormemente en el cumplimiento de mi trabajo.

A los ojos del mundo, Cuba es un país pobre. Sin duda, así es. Desde el punto de vista material, Cuba no es un país rico y el suministro de bienes básicos está racionado, tal y como sucedía en China antes de la reforma y apertura. Cada familia posee una cartilla de racionamiento a través de la cual, en función de la cantidad de personas que la componen, adquiere productos y artículos de uso y consumo cotidiano como arroz, harina, aceite, carne, jabón o detergente. El reparto es equitativo. Por ejemplo, durante mi estancia en el país, los niños menores de seis años recibían leche mientras que los pequeños entre siete y catorce años recibían leche de soja. Igualmente, los adultos de setenta años tenían acceso a leche en polvo, lo que constituye una forma racional de repartir los bienes limitados.

Los beneficios sociales de los cubanos son dignos de envidia. La vivienda es suministrada por el Estado y, aunque no es muy grande, garantiza a todos los ciudadanos el derecho a tener donde vivir. El presupuesto destinado a la educación ocupa el 13% del PIB nacional, el más alto del mundo. El acceso a la educación es completamente gratuito desde la escuela primaria hasta la universidad, por lo que no constituye una preocupación para los cubanos. La asistencia médica es gratuita también para todos los ciudadanos. Los hospitales garantizan la alimentación y alojamiento tanto de los enfermos graves como de sus familiares acompañantes. En una ocasión, el hijo de una compañera de la embajada fue hospitalizado durante toda una semana. Madre e hijo permanecieron todo el tiempo en la institución médica. Cuando llegó el día del alta médica, el padre fue a recoger al niño llevando consigo varios cientos de dólares, nervioso pensando que no fuera suficiente. Sin embargo, el hospital no solo no cobró ningún dinero, sino que regaló al niño toda la leche que le quedaba. Nuestra compañera quedó enormemente emocionada. Las empresas, vecindades, escuelas y círculos infantiles ofrecen almuerzos gratuitos para todos, lo que ayuda a compensar el escaso suministro de alimentos a la familia cubana. Varias veces almorcé con un ministro en la cantina de los trabajadores del ministerio. Pese a que era una comida sencilla, tanto los dirigentes como los trabajadores la comíamos a gusto y quedábamos satisfechos. No es de extrañar que, durante una visita a Cuba la directora de la OMS, Margaret Chan, me confesara:“En Cuba no he visto personas hambrientas, los niños son encantadores y están llenos de energía, los jóvenes son abiertos y alegres. La OMS tiene una valoración muy positiva del estado de salud del pueblo cubano”.

Este es el concepto de gobierno de Fidel Castro. Castro era un socialista idealista, un creyente fiel y trabajador practicante de la teoría clásica del socialismo. Su deseo era conseguir que todo el pueblo cubano disfrutara de las ventajas y la superioridad del socialismo. En una época caracterizada por los constantes cambios de la situación mundial, aunque pudo encontrarse perdido y sentirse incomprendido, se adaptó a las circunstancias, reflexionó profundamente, estudió con ahínco, ensayó reformas y nunca cejó en sus convicciones ni se dejó influir por corrientes sin rumbo. Esta es la razón por la que en los 47 años en los que ejerció el poder político y militar del país, siempre recibió el apoyo y la simpatía del pueblo cubano. El pueblo siempre entendió y apoyó a Fidel Castro.

Ante los ojos de Estados Unidos, en su“patio trasero de Latinoamérica”y pese a las sanciones y el bloqueo que ha impuesto a Cuba por más de medio siglo, Castro sobrevivió a más de 10 presidentes estadounidenses y lideró al pueblo cubano en la defensa de los valores socialistas, escribiendo un capítulo legendario e imperecedero en la historia del país. Cuba, esta pequeña isla de poco más de cien mil kilómetros cuadrados, se hizo conocida gracias a Fidel. Su influencia se extiende más allá de las fronteras del país y la región, lo que le convirtió en un líder mundial cuyo pensamiento y acciones llamaron siempre la atención y despertaron un profundo interés en la opinión pública de todo el planeta.

Nada más conocer la noticia del fallecimiento de Fidel Castro, el presidente chino, Xi Jinping, envió un mensaje de condolencias al presidente del Consejo de Estado y el Consejo de Ministros de Cuba, Raúl Castro, en el que destacó:“Fidel Castro hizo contribuciones históricas inmortales al pueblo cubano y al desarrollo del socialismo mundial. El camarada Fidel es una gran figura de nuestros tiempos y será recordado por la historia y el pueblo”. Acto seguido, se dirigió a la embajada de Cuba en China para transmitir sus condolencias personalmente. Muchos ciudadanos chinos se acercaron a la embajada para participar en la ceremonia de recordación y expresar su respeto y admiración por Fidel Castro.

En los años que estuve en Cuba, fui testigo de la repentina enfermedad de Castro, de su retirada de la vida política y la entrada del país en el“periodo post-Castro”. Asimismo, tuve la oportunidad de encontrarme y hablar por teléfono con él en numerosas ocasiones. Este contacto cercano me permitió conocer sus opiniones y aguda visión sobre distintos temas, además de sentir en primera persona su pensamiento vivo y reflexión profunda, lo que me enriqueció notablemente. Castro me consideraba un“amigo”, incluso después de abandonar Cuba, seguimos comunicándonos por teléfono y por carta. Esto indudablemente para mí era un gran honor.

Fidel Castro era una persona accesible y de gran carisma, dotado de enorme poder de atracción y capacidad para acercarse a las personas. En incontables veces se le vio conversando cordialmente y preocupándose por el pueblo, y allí donde iba la gente le respondía con sonrisa y alegría. El pueblo le llamaba de forma cariñosa“Fidel”o“Comandante”. Nosotros, los chinos, le bautizamos con el apelativo cordial y cercano de“Lao Ka”(llamado cariñoso especial para Fidel Castro, según la costumbre de China). Mi deseo al escribir este libro es compartir mi relación con Castro, así como las anécdotas e historias en torno a su persona que escuché y presencié durante los cuatro años que desempeñé como embajador chino en la isla. Al mismo tiempo, pretendo desvelar el misterio que habitualmente rodea el trabajo diplomático para acercarlo un poco más a todos los lectores.

Mi esposa Yang Xijun es la responsable de la redacción del libro, pues en él contamos experiencias y recuerdos que vivimos juntos. Es un honor para nosotros dedicarlo a la memoria de Fidel Castro, a quien llevamos en lo más profundo de nuestros corazones. La historia y el pueblo no le olvidarán jamás. V3j+iuH3Yy1DzRiRWCpSPziaLnhNutiEuJDy0GS9Z+XJ0CzIJfFvmOA365wI64A+

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